Hay, pues, mucha gente que prefiere tripular los botes y canoas navegando sin rumbo prefijado y deteniendose donde bien les place el tiempo que tienen por conveniente. El amor a la naturaleza y el deseo de conocer las rudas faenas de la mar les arrastra a despojarse de la levita y a empunar los remos con las manos cubiertas de sortijas. Desde este momento su fisonomia se contrae duramente y toma la expresion siniestra y terrible de los piratas: sus movimientos son torpes y pesados como los de un lobo de mar. Cuando pasan cerca de la costa y ven una ninera mas o menos gentil que les contempla absorta y admirada, se suelen guinar el ojo con cierta malicia ruda, exclamando con voz ronca: Ohe, muchachos, una fragata a barlovento!"